En la segunda semana de agosto de 2008, Jorge Bergoglio —entonces cardenal y arzobispo de Buenos Aires— visitó Concepción, en el sur de Tucumán, para predicar un retiro espiritual a los sacerdotes de la diócesis. La visita fue organizada por el obispo José María Rossi y fue muy significativa para la comunidad, ya que años después, ese hombre cercano y de palabra serena sería elegido como el papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano de la historia.
El retiro se realizó en un momento difícil para la diócesis, ya que recientemente había fallecido en un accidente vial el joven sacerdote Ricardo Valdez. En ese contexto de dolor, la presencia de Bergoglio fue un consuelo. “Nos animaba a ser curas mansos, misericordiosos, cercanos al estilo de Jesús”, recordó el padre Fabián Brito, uno de los sacerdotes que participó del encuentro. Destacó además que ya en ese entonces Bergoglio hablaba de la importancia de ir hacia las periferias, un mensaje que luego impulsaría como papa.
Durante el retiro, Bergoglio predicó siguiendo los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, pero lo más valorado por los asistentes fueron sus gestos de humanidad, su capacidad de escuchar y su cercanía. “Predicaba con palabras breves, pero luego se quedaba a hablar con nosotros, a confesar, a escuchar. Lo supimos aprovechar”, dijo Brito. La semana concluyó con una misa celebrativa en la catedral y un asado de camaradería, donde Bergoglio se quedó hasta el final, compartiendo con naturalidad.
Cuando fue elegido papa en 2013, muchos en Concepción recordaron esa visita. “Había fieles que se acordaban de su homilía en la catedral, porque sus palabras llegaban al corazón”, contó monseñor Rossi. Para él y para todos los que vivieron esa experiencia, el paso de Bergoglio por Tucumán no fue solo una visita, sino un acto de cercanía y humanidad que aún hoy se recuerda con cariño.
