Por Pablo Jozami-Uno de los más grandes actos de amor –sino el mayor- que hay en la vida es alimentar para la continuidad de la misma. Al nacer somos alimentados por el pecho materno, siendo esta una de las intuiciones primarias que conservamos intactas como especie animal, y siendo a la vez un acto de amor puro desinteresado y natural (como lo es el amor por propia naturaleza). En ese momento de comunión divina entre madre e hijo todas las células de esa nueva vida están emitiendo una vibración, están reflejando la frecuencia de ese amor y esa felicidad.
Con total certeza ese es el alimento más nutritivo que hemos recibido en nuestra infancia, no solo por sus valores alimentarios, que son los que alimentan nuestro cuerpo físico, sino también por haber nutrido nuestro espíritu y alma.
Después de haber concluido esta primera infancia como lactantes comenzamos a alimentarnos de lo que produce la tierra, razón por la cual las culturas precolombinas le denominaron madre, porque claramente eran conscientes de que es ella quien a través del amor y la intuición continua alimentando a sus hijos.
Ahora quiero que nos hagamos una simple pregunta, y que nos la hagamos con total seriedad: ¿somos nosotros conscientes de todo esto? Contestar a una pregunta tan simple implica una respuesta aún más sencilla, aunque antes de poder contestar es necesario discernir si esta respuesta es verdadera, y para ser conscientes de esa veracidad hay un solo camino: el despertar.
Me siento en el compromiso de advertir que una vez que se ha despertado jamás se puede volver a estar dormido, así que aquellos que lo deseen están invitados a despertar, como aquellos que lo deseen pueden permanecer en sus sueños.
Pablo Jozami, se define cocinero, músico, artista plástico y poeta.
